Antes de ser escritor, Julio Cortázar fue un consumado lector. Cortázar fue un niño enfermizo y pasó mucho tiempo en cama, por lo que la lectura fue su gran compañera. Su madre le seleccionaba lo que podía leer, convirtiéndose en la gran iniciadora en su camino de lector y de escritor. En 1923, a los nueve años, el niño Cortázar escribe su primera novela, una obra tan buena que su madre pensó estaba copiada. Julio Cortázar se incorporó oficialmente a la literatura en 1938 con un poemario titulado “Presencia”, el cual fue firmado con el seudónimo de Julio Denis. Sin embargo esta obra fue considerada por el mismo Cortázar como una serie de poemas muy codificados, herméticos y sin la búsqueda de un público masivo. Más tarde, en 1949, aparece su obra dramática “Los reyes” y dos años después, en 1951, publica “Bestiario”, con el cual surge el Cortázar deslumbrante por su fantasía y famosos relatos como la “Casa tomada” y “Lejana”. Después de Bestiario, Cortázar se revela a mundos nuevos que irán enriqueciéndose en su obra futura: “Final de Juego” (1956), “Las armas secretas”, que incluye el famoso relato “El perseguidor” (1959) y “Los premios” (1960). La literatura de Cortázar ahonda en lo fantástico, aunque sin abandonar por ello el referente de la realidad cotidiana, por lo que sus obras tienen siempre una deuda abierta con el surrealismo. En 1962, Cortázar escribe sus “Historias de Cronopios y de Famas”, una serie de relatos sobre tres seres aparentemente fantásticos: los cronopios, las famas y las esperanzas, y también, varias narraciones a modo de procedimientos como “Instrucciones para matar hormigas en Roma” e “Instrucciones para subir las escaleras”.