Reyerta

-¡Arajo! no te vayas moviendo, hijo de siete chingadas, verás. -¡Ni verga!yo no me muevo, cabrón. Altos, negros, fornidos, los dos se disputaban el paso. Las pasajeras, atiborradas de gente, una contra la otra. Dos machetes se cruzan y aceran el aire con olor de sangre. Heridos del brazo, sin decir palabra, los dos regresan prestos a franquearse la brecha.