El pasado 3 de mayo de este año 2009 dieron inicio las campañas electorales con los siguientes jugadores. El Partido de la Revolución Institucional, Partido de Acción Nacional, Partido de la Revolución Democrática, Partido del Trabajo, Convergencia, Nueva Alianza y Verde Ecologista. Todos ellos como si fuera un juego dominical de pelota, intentaron opacar el brillo de la punta que ha alcanzado el brote de la influenza porcina, humana, o últimamente llamada virus tipo A H1N1.
Es bien sabido dentro de la publicidad que una campaña debe arrancar en tiempo y forma para que los objetivos establecidos sean alcanzados sin contratiempo alguno, aunque en ocasiones esto no sea cierto. En estos últimos años el cambio de estafetas se ha vuelto mucho más competido, mucho más difícil y por ende también mucho más sucio. Pero no me refiero a la suciedad del tapado de hace algunos años, si no al mal uso de los recursos que le son proporcionados y por lógica la manera en que en los medios se difunde su mensaje.
Cabe destacar que México es un país que se caracteriza por patrocinar de manera directa y sin consentimiento la campaña que cada partido realiza. Lo cual quiere decir que éste no hace campaña con su propio dinero, sino que el Instituto Federal Electoral, reparte por antigüedad y fuerza política el capital que cada uno podrá gastar. Claro que los partidos rinden cuentas, y claro que en algunas ocasiones se les hace auditoria, sin embargo esto no los exime de lo irresponsables que son en el uso de los recursos.
En las elecciones presidenciales anteriores pudimos percatarnos de la guerra que se jugó entre dos candidatos, siendo precisos, López Obrador y Felipe Calderón. Spots en televisión y radio que descalificaban a uno de otro, sin olvidar también que la campaña de Madrazo tuvo su toque de lucha. Pero esto no es todo, quizá sí hubo algunos espacios comerciales mal aprovechados, tal vez un poco del ardor de uno y el resentimiento de otro. Pese a todo esto se puede asegurar que la manera que hoy tienen los políticos y que siempre han utilizado, es el bombardeo publicitario. Las campañas políticas en México no son otra cosa más que una campaña de un producto cualquiera, y su estrategia es saturar al posible comprador por todos los sentidos conocidos. Tal como si fuera boda de pueblo, posters ahora hechos de plástico quizá para que duren más son colgados poste tras poste de luz, o de teléfono o de donde se pueda. A esto se le debe añadir vallas, parabuses, espectaculares, automóviles, mantas, folletos, trípticos, entre otras cosas que resultan por demás inútiles. Dinero que en pocas palabras se va tan rápido como llegó, y termina en la basura.
Si fueran un poco más inteligentes, no digo mucho sólo un poco, se darían cuenta que la gente no necesita de publicidad que por ingeniosa que sea no siempre resulta de lo más útil, la gente requiere de obras, no de promesas, necesita propuestas, pero que se hagan puntualmente como se prometieron. No más llaveros o camisetas que no duran y que su uso es denigrante por traer un slogan mentiroso, gorras que sólo sirven para el mitin de acarreados, cilindros, plumas y otras chácharas. Si bien la ley les reparte el dinero para las campañas, dense a la tarea de utilizarlo como mejor convenga al pueblo, es decir; con cosas útiles que duren un buen tiempo. Construyan puentes, tapen los baches, hagan que los servicios básicos lleguen a todos los lugares que lo necesiten, y entonces ahora sí, pongan la manta o el póster en ellos, vanaglóriense de algo que sí cumplen, no sean de nuevo una caja de promesas que no tiene credibilidad.